domingo, diciembre 30, 2007
CURSO BUDISMO BASICO I
Entre las muchas razones para aprender sobre la enseñanza del Daishonin, la más importante es profundizar la fe. En sus escritos, Nichiren expone conceptos y teorías, pero su objetivo es siempre animar a sus discípulos a profundizar su fe y a practicar. Fue con este propósito que redactó cada una de las cartas (goshos) que escribió. La teoría budista suscita entendimiento, y el entendimiento nos lleva a practicar, por lo que podemos afirmar que el propósito del estudio en el budismo de Nichiren es ayudar a desarrollar la fortaleza y la motivación para recitar Nam-Mioho-Rengue-Kyo
y trascender la causa fundamental del sufrimiento de cada uno.
El presidente Toda decía que "la razón hace emanar la fe; la fe, en cambio, busca la razón. La razón que así se obtiene eleva la fe, y la fe así elevada profundiza la razón".
En una oportunidad, el presidente Ikeda dijo que el estudio sistemático del budismo, especialmente cuando uno es joven, es muy importante, pero también añadió que "eso no es todo, es también vital que leamos los escritos de Nichiren Daishonin con nuestra propia vida".
Dicho de otra manera, aunque sea de palabra o párrafo, lo esencial es la determinación de llevarlo a la práctica en nuestra vida cotidiana.
Con este curso, tomado de la Edición especial de la revista Civilización Global, podremos conocer, recordar o dar a conocer a otros, de donde proviene la escuela de pensamiento que fundamenta nuestra práctica; saber o aclarar por qué tenemos un Gohonzon o por qué recitamos Nam-Mioho-Rengue-Kyo; refrescar los conceptos de los tres mil mundos en un solo instante de vida, de la mutua posesión de los diez estados, de la inseparabilidad del ser humano y su ambiente, como fundamento teórico del cambio del ser humano y de la sociedad.
Los capítulos finales, denominados "Reforma religiosa" y "La construcción de la paz", resumen, uno la historia del budismo de Nichiren Daishonin y de Soka Gakkai, y otro la propuesta y el movimiento hacia la paz de nuestra organización.
"Introducción del Curso de Budismo Básico Gratuito".
Tomado de la Edición especial de la revista Civilización Global.
Budismo Nichiren Daishonin 30/12/2007
Ver CURSO BUDISMO BASICO II
Año Nuevo, Metas Nuevas....
Por tal motivo expongo brevemente lo que empieza a ser una nueva publicación para este año próximo. Comienzo ahora, porque es ahora cuando debo actuar. Así empiezo a publicar una serie de textos que son básicos dentro del budismo. Básicos para su estudio y comprensión.
Por darle algún nombre, y con el fin de hacerlo publico y accesible, he decidido llamarlo "Curso Básico de Budismo"; Antes de empezar a publicarlo quiero comunicar que este curso básico de budismo, es totalmente gratuito, y que puede servir a toda aquella persona que busque sentir la felicidad en su vida. Hace ya cuatro años que por algún motivo tropecé con este curso. Después de leerlo varias veces, y asistir a reuniones dentro de la Soka Gakkai de Venezuela, empecé a entender los conceptos que había leído tantas veces.
Después de cuatro años, comparto este conocimiento para que pueda servir a todo aquel que lo lea. Es al mismo tiempo una forma de agradecer el hecho de haber encontrado esta filosofía tan completa y bonita, y mas aun, esta filosofía que me ha ayudado tanto.
Quiero dar las gracias a todas las personas budistas y no budistas que me han enseñado tantas cosas, así mismo doy gracias a nuestro presidente y maestro Daisaku Ikeda, porque sin su labor hoy no seria feliz.
De esta manera comienzo este nuevo año, publicando un curso para el bien de la humanidad.
Un saludo.
Curso Budismo Básico Gratuito, 30/12/2007.
David Rodríguez.
sábado, diciembre 22, 2007
HISTORIA II
Desde sus orígenes como movimiento para la reforma educativa en el Japón antes de la Segunda Guerra Mundial, hasta sus actuales condiciones como la posible mayor asociación budista laica comprometida con la sociedad, en la esencia del pensamiento de la Soka Gakkai siempre ha habido la convicción en el ilimitado potencial de cada individuo y en que todas las personas tienen derecho a llevar vidas felices y plenas.
Reforma educativa
La Soka Gakkai (literalmente, "Sociedad para la Creación de Valor") comenzó en 1930 como grupo de educadores reformistas dedicados al estudio. Su fundador Tsunesaburo Makiguchi (1871-1944) fue un escritor y educador, inspirado en el budismo de Nichiren y dedicado con pasión a la reforma del sistema educativo japonés. Su teoría de la Educación para la Creación de Valor, sobre la cual publicó un libro en 1930, se centra en la creencia en el ilimitado potencial de cada individuo y considera que la educación es una lucha de por vida orientada a encontrar el conocimiento de sí mismo, la sabiduría y el desarrollo.
El énfasis de Makiguchi en el pensamiento independiente por encima del aprendizaje basado en la memorización, y la motivación interior sobre la obediencia ciega, fue un reto directo a las autoridades japonesas de su época, quienes percibían que el papel de la educación estaba en moldear dóciles súbditos del Estado.
Oposición al gobierno militar
La década de 1930 fue testigo del nacionalismo militar en el Japón, el cual condujo, finalmente, a que este país entrara en la Segunda Guerra Mundial. El gobierno militar impuso a la población la ideología estatal sintoísta, como medio para glorificar su guerra de agresión, y sometió toda forma de disidencia. Makiguchi y su más cercano compañero Josei Toda (1900-1958) se negaron a ceder en cuanto a sus creencias y a prestar apoyo al régimen. Esto hizo que el gobierno los arrestara y los llevara a prisión en 1943 bajo el cargo de “delincuentes ideológicos”.
A pesar de los intentos por alejarlo de sus principios, Makiguchi se mantuvo firme en sus convicciones y murió en prisión en 1944.
Reconstrucción en la posguerra
Josei Toda sobrevivió a las duras pruebas y fue liberado de prisión pocas semanas antes de que terminara la guerra. En medio de la confusión del Japón de la posguerra, se dedicó a reconstruir la Soka Gakkai, expandiendo su misión desde el campo de la educación hasta la mejora de la sociedad como un todo. Promovió una forma activa de budismo, comprometida con la sociedad, como medio para que el individuo desarrollara sus propias capacidades, y sobrepasara los obstáculos en la vida dando rienda suelta –desde su interior– a la esperanza, la confianza, la valentía y la sabiduría. Este mensaje resonó especialmente entre los excluidos de la sociedad japonesa y, antes de la muerte de Toda, en 1958, ya había aproximadamente un millón de miembros. En 1957, en una declaración plena de fuerza, Toda hizo un llamado a los jóvenes para la abolición de las armas nucleares. Este llamado se convirtió en la piedra angular de las actividades por la paz de la Soka Gakkai.
Ampliando la visión
El sucesor de Toda, Daisaku Ikeda, también había experimentado los horrores de la guerra en su juventud, y estaba determinado a dedicar su vida a la construcción de la paz. Tenía 32 años cuando asumió la presidencia de la Soka Gakkai en 1960. Bajo el liderazgo de Ikeda, la organización siguió creciendo y ampliando su enfoque.
En 1975, en respuesta a las necesidades del crecimiento de la cantidad de miembros internacionales, fue fundada la Soka Gakkai Internacional (SGI). Ésta es hoy una red mundial integrada por 82 organizaciones registradas y miembros en 190 países y territorios, que comparten una visión en común de un mundo mejor. La filosofía budista de la SGI apuntala a un movimiento que promueve la paz, la cultura y la educación.
CARTA ORGÁNICA DE LA SGI
Nosotros, quienes representamos a las organizaciones que constituyen la Soka Gakkai Internacional (en adelante, la "SGI"), abrazamos el propósito y la misión fundamental de contribuir a la paz, la cultura y la educación basados en la filosofía y en los ideales del budismo de Nichiren Daishonin.
Reconocemos que, en ningún otro momento de la historia, la humanidad se había visto tan oscilante entre la guerra y la paz, la discriminación y la igualdad, la pobreza y la abundancia, como lo estuvo en el siglo XX; que el desarrollo de la tecnología y de la industria militar, ejemplificada en las armas nucleares, ha creado una situación en que la supervivencia misma de la especie humana resulta incierta; que la realidad de la injusta discriminación étnica y religiosa da lugar a un ciclo de conflictos interminable; que el egoísmo y la intemperancia de la humanidad ha engendrado problemas a nivel global, como la degradación del entorno natural y la ampliación de la brecha entre las naciones desarrolladas y los países en vías de desarrollo, con graves repercusiones para el futuro de la humanidad.
Tenemos la convicción de que el budismo de Nichiren Daishonin es una filosofía que parte del respeto por la dignidad suprema de la vida y de una misericordia abarcadora; permite a las personas cultivar y hacer surgir su sabiduría inherente, y nutrir la creatividad del espíritu humano para superar las dificultades y las crisis que enfrenta la humanidad, y hacer posible una sociedad de paz y coexistencia armoniosa.
Por lo tanto, nosotros, quienes representamos a las organizaciones que constituyen la SGI, decididos a enarbolar la bandera de la ciudadanía mundial, el espíritu de tolerancia y el respeto por los derechos humanos basados en el humanismo budista, y a resolver los problemas globales que enfrenta la humanidad mediante el diálogo y las acciones concretas basadas en un compromiso inquebrantable con la no violencia, por el presente adoptamos esta carta orgánica y declaramos los siguientes propósitos y principios:
Propósitos y principios
1. La SGI contribuirá a la paz, la cultura y la educación en bien de la felicidad y el bienestar de toda la humanidad basada en el budismo, que respeta la dignidad de la vida humana.
2. La SGI, apoyada en el ideal de la ciudadanía del mundo, protegerá los derechos fundamentales del hombre sin establecer discriminación alguna.
3. La SGI respetará y protegerá la libertad de culto y de expresión religiosa.
4. La SGI promoverá la comprensión del budismo de Nichiren Daishonin propiciando el intercambio entre las personas, para contribuir así a la felicidad de cada ser humano.
5. La SGI, a través de las organizaciones que la constituyen, alentará a sus miembros a ser buenos ciudadanos y a contribuir con la prosperidad de la sociedad.
6. La SGI respetará la independencia y la autonomía de sus organizaciones afiliadas de acuerdo con las condiciones que prevalecen en cada país.
7. Sobre la base del espíritu de tolerancia que caracteriza al budismo, la SGI respetará a las demás religiones, dialogará con ellas y buscará su cooperación para resolver los problemas fundamentales que afectan a toda la humanidad.
8. La SGI respetará la diversidad de las culturas y promoverá su intercambio, creando así una comunidad internacional de mutuo entendimiento y armonía.
9. La SGI promoverá la protección de la naturaleza y del medio ambiente teniendo como base la idea sostenida por el budismo sobre la coexistencia simbiótica.
10. La SGI contribuirá con la educación en lo que concierne a la búsqueda de la verdad, así como con el progreso del saber, para brindar a todas las personas la posibilidad de desarrollarse y disfrutar de una vida satisfactoria y feliz.
Historia
Josei Toda (1900-58), hizo su histórica declaración de llamado para la abolición de armas nucleares el 8 de septiembre de 1957, sólo siete meses antes de su muerte, en una reunión de 50.000 miembros de la División de Jóvenes de la Soka Gakkai, en el Estadio de Mitsuzawa, Yokohama. Cuando ya su salud se encontraba en franco deterioro, hizo un llamado a los jóvenes presentes para que asumieran el reto de hacer realidad la abolición de las armas nucleares.
Josei Toda Toda emitió esta declaración en plena Guerra Fría entre Oriente y Occidente. Ambos bloques se encontraban frenéticamente involucrados en el desarrollo de armas nucleares y en llevar a cabo explosiones de prueba. Apenas un mes antes, la Unión Soviética había probado con éxito un proyectil balístico intercontinental. Los Estados Unidos habían desarrollado lo que se decía eran bombas de hidrógeno "limpias" que incrementaban al máximo la capacidad destructiva con un mínimo de precipitación radiactiva. Las armas nucleares, capaces de destruir toda forma de vida, lanzaban una sombra oscura y espantosa sobre del destino de toda la humanidad. El mito de la disuasión nuclear tenía como base la visión de que –dada la inminente seguridad de la destrucción mutua en caso de un ataque– las armas nucleares llegarían a significar, por sí mismas, un freno a la guerra.
Toda veía que esa idea era el producto de los aspectos más oscuros de la naturaleza humana. Lo que sustentaría esa supuesta disuasión nuclear sería que el terror se mantuviera en equilibrio. Esto dio pie al círculo vicioso del que se alimentaba la interminable escalada de la carrera armamentista. Toda sentía que quienes colocaban sus esperanzas en esta idea de la disuasión nuclear estaban entrando en un laberinto diabólico.
Aunque en el Japón estaban surgiendo movimientos que se oponían a las armas nucleares, lo que la inmensa mayoría de las personas opinaba sobre este tipo de armamento respondía a la ideología que sostenía uno u otro de los bandos. Pero la declaración de Toda fue una salida radical a esta manera de pensar. Su posición era que las armas nucleares y su uso, debían condenarse de manera absoluta, no desde un punto de vista ideológico, nacional o étnico sino desde una dimensión universal de la raza humana.
Al condenarlas como "mal absoluto", Toda buscaba enfatizar que detrás de la existencia de las armas nucleares se escondía el aspecto diabólico de la vida humana que busca subyugar, controlar y, finalmente, destruir a los demás. Para Toda, al ser una amenaza contra el derecho a existir que, colectivamente, posee la humanidad, las armas nucleares eran la manifestación misma de esta naturaleza oscura. Sabía incluso que si se lograba la destrucción física de estas armas, el conocimiento de cómo producirlas seguiría vivo. Toda comprendió que no había solución posible al problema de las armas nucleares que no implicara una lucha incesante contra la "maldad" inherente al ser humano, es decir, contra su lado destructivo.
El deseo de Toda era inspirar en la audiencia la certeza de que, dado que la bomba atómica había sido creada por seres humanos, también su abolición tenía que ser lograda por seres humanos. Estaba determinado a sacarlos del temor y la impotencia que sentían ante esta monstruosa amenaza.
Como budista, Toda se oponía con firmeza a la pena de muerte. Es algo que había dejado claro en otras ocasiones. Era de suponer, por lo tanto, que su llamado a que la pena de muerte fuese aplicada a quienes usaran bombas nucleares se infería que causaría un impacto en el público y los despertaría a la naturaleza absolutamente inequívoca de su oposición a las armas nucleares. Su propuesta de la pena de muerte no fue, por lo tanto, una sugerencia simple o literal. Su punto fue que la manera de pensar de quienes usaran tales armas de máxima barbarie jamás podrían ser excusados o perdonados. Con toda seguridad, se requeriría el castigo más severo.
Si el objetivo de Toda hubiese sido satisfecho con, simplemente, etiquetar a las armas nucleares de "diablos", "demonios" o "monstruos", su declaración no habría pasado de ser una abstracción. Sin duda alguna, no habría podido trasmitir adecuadamente su convicción de que el uso de armas nucleares constituía un mal absoluto. El fuerte llamado de Toda para la pena de muerte tuvo como objetivo oponerse a la tendencia dentro de las mentes de las personas a encontrar justificaciones para el uso de bombas nucleares. Deseaba dictar una sentencia de muerte a las tendencias destructivas que yacen dentro de la vida humana. La esperanza de Toda era que el permitir que esta idea penetrara profundamente en los corazones y las mentes de las personas en todo el mundo, podía llegar a servir no sólo como freno interior contra el uso de las armas nucleares, sino también como impulso en pro de la abolición de la guerra.
Con esta declaración, Toda confió a los jóvenes la tarea de hacer que los demás se sintieran inspirados por su convicción, y los animó a que emprendieran diálogos fundamentados en la creencia en el incalculable valor de la vida del ser humano, y en su capacidad para la sabiduría, la valentía y el amor compasivo. Él quería que su audiencia despertara y que –haciendo surgir esas cualidades en los demás– les comunicara el imperativo de tomar acciones orientadas a la abolición nuclear.
Filosofia de la SGI
En el corazón de Nichiren ardía la creencia de que el budismo puede hacer posible que las personas –quienes viven en un mundo real y enfrentan problemas reales– desarrollen sus capacidades inherentes y mejoren sus vidas. El budismo de Nichiren hace hincapié en la profunda conexión que existe entre nuestra propia felicidad y la de los demás. La mayor satisfacción y plenitud personal en la vida se logra trabajando para que otras personas sean felices. Las enseñanzas de Nichiren sostienen que, sea cual fuere su género, su raza, su capacidad o su posición social, todo individuo posee la capacidad de sobrepasar los inevitables retos que se le presentan, desarrollar una vida de gran valor y creatividad, e influenciar de un modo positivo su comunidad, su entorno social y su planeta.
La filosofía de Nichiren tiene sus orígenes en las enseñanzas de Shakyamuni, el fundador histórico del budismo, quien vivió en la India hace unos 2.500 años. Nichiren descubrió que el Sutra del loto contiene la médula de las enseñanzas budistas y la verdad a la que Shakyamuni despertó. Este sutra revela que el principio universal de la naturaleza de Buda, es inherente a toda vida. Afirma que todas las personas poseen la capacidad de manifestar la iluminación.
Soka Gakkai Internacional
Como creyentes laicos y "budistas comprometidos", los miembros de la SGI se esfuerzan en su cotidianidad por desarrollar la capacidad para vivir con confianza en sí mismos, crear valor bajo cualquier circunstancia y contribuir con el bienestar de sus amigos, sus familiares y su comunidad. La promoción de la paz, la cultura y la educación es de importancia fundamental para las actividades de la SGI.
La Vida y la Muerte
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La Vida y la Muerte
(Extraído de la Revolución Humana, Vol. 3, pág. 51)
Daisaku Ikeda
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Una mujer preguntó a Shin’ichi Yamamoto (Ikeda Sensei) en una reunión de estudio de Gosho, en las colinas de la isla frente a Hong Kong, en la casa de la Sra. Oka, cuando se iniciaba el Kosen-rufu en Asia e India:
Cuando comencé a practicar, me dijeron que nuestras vidas eran eternas. ¿Qué nos pasa después de morir? Y, ¿cuál es el significado de las oraciones que ofrecemos por los fallecidos cuando hacemos gongyo?
Su pregunta es extremadamente importante – le contestó Ikeda Sensei – Elucidar qué ocurre después de la muerte es vital para los seres humanos y para la religión. Es un tema sobre el cual podríamos conversar interminablemente, pero hoy me referiré a un solo aspecto.
En la actualidad muchas personas parecen creer que la vida está limitada a la existencia presente. Si así fuera, ¿cómo podría explicar las diferencias que presentan los individuos al nacer? A menos que la vida sea eterna esta pregunta queda sin respuesta.
Algunos nacen el en Japón, otros en Hong Kong, otros en Norteamérica. Hay quienes vienen al mundo en países asolados por la guerra o el hambre. De igual modo, algunos niños nacen en familias ricas, otros en hogares pobres. Algunos son portadores de enfermedades incurables o presentan incapacidades físicas o mentales. Las circunstancias en las cuales nacemos, como también nuestro rostro y nuestro aspecto, son infinitamente variados. Esto se debe al karma con que iniciamos nuestra existencia.
Si los seres humanos fueran creados por algún Dios omnipotente, todos deberían ser iguales. Si la vida se limita a esta existencia, es inevitable que quienes nacen con mala estrella se resientan con sus padres, soporten una abrumadora impotencia y se dediquen a la búsqueda del placer indulgente. Pues, para ellos, lo único que importa es el presente.
Pero si examinamos a fondo de dónde proviene nuestro karma, nos damos cuenta que su origen no puede hallarse en esta existencia. Estamos obligados a reconocer que la vida es eterna.
Basado en la ley causal de la vida, que opera a lo largo de las tres existencias del pasado, presente y futuro, el Budismo revela la causa fundamental del karma y muestra cómo podemos cambiar el que ya hemos acumulado.
Entonces, veamos que nos dice acerca de cómo se forma el karma.
En primer lugar, enseña que lo determinamos nosotros, pues es algo que lo hemos creado en nuestras existencias pasadas. Aunque resulte un poco difícil de entender, nuestro karma es la acumulación de tres clases de actos: las palabras, los pensamientos y las acciones, o sea, lo que hemos hecho, dicho, pensado y sentido.
Por ejemplo, engañar a otros, causar infelicidad o matar son causas para crear un karma negativo. Y la causa más grave es caer bajo la influencia de las enseñanzas desviadas y calumniar la Ley Verdadera, porque tales acciones se oponen enteramente a la ley fundamental de la vida.
Ahora, en cuanto a lo que ocurre después de la muerte, nuestra vida se funde con el todo, con la vida del universo. El presidente Toda dijo que la muerte es como ir a dormir por la noche, y que iniciar la próxima existencia es igual a levantarse reanimado para comenzar un nuevo día. La vida es como un ciclo continuo de sueño y vigilia.
Lo importante es que nuestro karma no se desvanece cuando fallecemos, continúa en la próxima existencia. Es como pedir dinero prestado; la deuda de ayer no desaparece cuando estrenamos un nuevo día. Si morimos desgarrados por el dolor de una insoportable agonía, naceremos con los mismos sufrimientos. Si expiramos llenos de odio o de amargo rencor hacia otros, nuestra próxima existencia transcurrirá en un medio que nos llevará vivir odiando a los demás. La muerte no nos ofrece la posibilidad de escapar de nuestro karma. Por lo tanto, el suicidio no libera del sufrimiento.
Si en cambio logramos establecer un sólido estado de felicidad y terminamos nuestros días saboreando una profunda alegría, naceremos en medio de buenas circunstancias y nos dirigiremos hacia una existencia venturosa.
Al escuchar mi explicación, alguno puede pensar: “Bueno, si en la próxima vida tendremos que sufrir por nuestro karma, mejor sería no renacer y permanecer en ese estado similar al sueño en el que ingresamos al morir”. Pero ese no es el caso. Incluso en el período en que nuestra vida está fusionada con el universo –después de expirar y antes de renacer- ella continúa sintiendo el sufrimiento. Es como dormir con pesadillas, porque nos acosan grandes problemas.
Pero, ¿es posible cambiar el karma y concretar la felicidad?
La respuesta es sí. Nichiren Daishonin reveló el medio por el cual nosotros, los que vivimos en el Último Día de la Ley, podemos cambiarlo. Ese medio no es otro que invocar daimoku al Gojonzon y enseñar a los demás acerca de la Ley verdadera. Esta forma de existencia es el mayor bien posible y concuerda con la propia ley de la vida; es el único modo de lograr un estado de felicidad eterna y de alegría sostenida.
Tal vez algunos piensen: “Pero, ¿acaso el señor Makiguchi, nuestro primer presidente, no falleció en la cárcel? ¿No es una manera lastimosa de morir?” Sin embargo, lo más importante es la condición de vida en el momento de enfrentar a la muerte. La pregunta es: cuándo exhaló el último suspiro, ¿estaba agobiado por el sufrimiento, temblando de terror? o, a pesar del encierro, ¿murió pacíficamente con un sentimiento de profunda alegría? En una de las cartas que escribió en prisión, el señor Makiguchi expresó su inmensa dicha por haber vivido en total acuerdo con las escrituras budistas.
Algunos de ustedes pueden estar pensando que los miembros de la Soka Gakkai también mueren de enfermedades o en accidentes. Pero, incluso con respecto a esto, el budismo enseña, claramente, que quienes mantienen la fe hasta el último instante de su vida, transforman los efectos negativos de las causa pasadas y logran disminuir la retribución kármica (en japonés tenju kyoju). O sea, podemos cambiar por completo nuestro karma negativo del pasado –el karma cuya erradicación podría llevarnos muchos ciclos de nacimiento y muerte, así como largos y dolorosos eones de sufrimiento- y lograr la Budeidad en esta existencia. Una prueba de esto es el semblante en el momento de la muerte.
En el Gosho el Daishonin describe los signos externos de una persona recién fallecida que ha logrado la Budeidad, y dice que el cuerpo estará suave, el rostro diáfano, etc. El presidente Toda también falleció con la expresión sonriente de quien ha alcanzado la Budeidad. Y yo he presenciado los últimos momentos de muchos miembros.
Nichiren Daishonin escribió: “Cuando uno fallece, si está destinado a caer en el infierno, su aspecto se oscurecerá y el cuerpo se volverá tan pesado como una piedra que sólo la fuerza de mil hombres puede mover. Pero en el caso de un devoto de la fe verdadera, aunque sea una mujer de 7 u 8 pies de altura y tez oscura, a la hora de su muerte su rostro se volverá puro y brillante, y el cuerpo será tan liviano como plumas de ganso, y tan suave y plegable como el algodón (Gosho Zenshu, pág. 1316).
En cualquier caso, quienes han actuado incansablemente por el Kosen-rufu, a lo largo de toda la vida, como emisarios del Buda, jamás se hundirán en las profundidades del temor y del sufrimiento ni experimentarán la agonía del infierno. Las escrituras budistas dicen que, después de la muerte, mil Budas extenderán los brazos para acogernos. Lo que atestigua el logro de la Budeidad es la fe profunda que atesoramos en lo más recóndito de nuestro ser, en el momento final.
En verdad somos Budas tanto en la vida como en la muerte. Además como prueba de ello, la familia y los seres queridos de los miembros que han fallecido serán felices. De modo que aunque encuentren obstáculos o persecuciones en el curso de la práctica -e incluso les parezca que la existencia es una sucesión interminable de dificultades- jamás deben abandonar la fe. Los problemas ofrecen la oportunidad de transformar el karma.
Desde la perspectiva de la eternidad de la vida, nuestros sufrimientos en esta existencia sólo duran un instante. Estamos esforzándonos para lograr una felicidad que perdure eternamente.
Nichiren Daishonin dijo: “Uno debería, ante todo, aprender acerca de la muerte, luego aprender sobre otros asuntos”. (Gosho Zenshu, pág. 1404).
Sin una comprensión correcta de la muerte, no podemos dirigir nuestros pensamientos a preguntas como “por qué” y “cómo mueren los seres humanos”. Ni responder con certeza el interrogante de “cómo debemos vivir”. Porque la vida y la muerte están inextricablemente unidas.
Ikeda Sensei se refirió luego a la ofrenda de oraciones por los fallecidos: Uno se pregunta, ¿qué pasará con nuestros ancestros que han muerto presa de un gran sufrimiento? Bueno, es posible que algunos ya hayan renacido y estén sufriendo por su karma en la nueva existencia, y que otros todavía estén por venir al mundo. Incluso si han renacido, no hay garantía de que lo hayan hecho como seres humanos. Según su karma, pueden nacer como bestias, como animales. Esto está expresado con claridad en los sutras. Por cierto, lo más difícil es nacer como ser humano.
Sin embargo prescindiendo de la forma, el lugar o el tormento en el que puedan haber renacido, si nosotros, sus descendientes, mantenemos una fe correcta e invocamos para que logren la Budeidad, nuestro daimoku llegará a sus vidas, les quitará el sufrimiento y les dará tranquilidad. Esto es así, porque Nam Myojo Rengue Kyo es la ley fundamental del universo, que penetra todo el cosmos.
Además, cualquier ancestro que haya renacido como animal no puede invocar daimoku, de modo que depende totalmente del que le enviemos. Al mismo tiempo, el daimoku por los antepasados que han renacido como seres humanos hará que sus vidas encuentren el Budismo del Daishonin, se relacionen con él y, finalmente practiquen la fe. Por lo tanto, una invocación sincera es el único medio para conducirlos a la felicidad.
Que alcancen o no la Budeidad no depende de cuantas tablillas compren en memoria de ellos (práctica común en el budismo japonés). Si ese fuera el caso, la Budeidad dependería de la cantidad de dinero disponible en manos de los deudos.
Por otra parte, los que hayan mantenido una fe inquebrantable en el Budismo del Daishonin y hayan logrado la Budeidad en esta existencia, renacerán de inmediato como seres humanos, cerca del Gojonzon y, una vez más saborearán la gran alegría de dedicar la vida al Kosen-rufu.
Como lo mencioné antes, para determinar si nuestros antepasados han alcanzado la Budeidad, basta observar si nosotros, como descendientes, hemos llegado a ser felices mediante la fe. Esta es en sí la prueba del logro de la Budeidad de nuestros ancestros.
Los seres humanos no pueden ver las existencias pasadas o futuras. Sin embargo, la comprensión de la ley causal de la vida, que actúa a lo largo de las tres existencias –pasado, presente y futuro- permite ver, con claridad, el modo en que debemos vivir el presente. El rumbo que tomemos determinará nuestras vidas futuras.
En esta existencia, hemos nacido como seres humanos. Además, conocemos la ley fundamental del universo y estamos trabajando para el Kosen-rufu como miembros de la Soka Gakkai. Esto es verdaderamente extraordinario.
Se dice que en el bosque, dondequiera que pisemos, existen bajo nuestros pies miles, cientos de miles de diminutos organismos vivientes. De modo que, si sumáramos la cantidad de seres vivos de este planeta –hasta una bacteria microscópica- arribaríamos a una cifra verdaderamente sobrecogedora. Sin embargo, en medio de esa gran diversidad, hemos nacido como seres humanos y podemos practicar el Budismo de Nichiren Daishonin. La probabilidad de lograrlo debe de haber sido mucho más escasa que la de ganar el primer premio de la lotería un sinnúmero de veces. Es innegable que nuestra inmensa buena fortuna y nuestra profunda misión nos han brindado la oportunidad sin par de lograr la Budeidad en esta existencia.
Con todo, algunas personas abandonan la fe, incapaces de apreciar cuan grandioso es haber nacido como ser humano y poder practicar el Budismo del Daishonin. Y, por otra parte, esas mismas personas celebrarían alborozadas si ganaran el primer premio de la lotería, aunque sólo fuera una sola vez. Es, en verdad, una lástima. Nuestra existencia actual representa una posibilidad en un millón de lograr la Budeidad. Espero que no desperdicien esta maravillosa ocasión.
Aunque hablamos de la eternidad de la vida, en esencia todo existe en el presente. Tanto el pasado como el futuro están contenidos en este instante. Así pues, por favor, vivan este momento, este día, esta vida, con alegría y agradecimiento, empeñándose con todas sus fuerzas por la tarea del Kosen-rufu.
Felicidad en este Mundo
Este mundo es un lugar para disfrutar
Nosotros, los practicantes del Budismo de Nichiren Daishonin, al recitar el sutra en nuestra práctica del gongyo, leemos el pasaje “shujo sho yuraku” varias veces al día. Este pasaje aparece en la porción en verso del “jigage” del capítulo “Duración de la vida” (decimosexto) del Sutra del Loto. Esta frase se traduce al español como “donde los seres vivientes disfrutan en tranquilidad”.
En términos simples, quiere decir que el mundo donde vivimos es una “Tierra del Buda”. El lugar donde vivimos y trabajamos, comemos y dormimos, es un lugar para disfrutar y para estar en tranquilidad. Por esta razón, a menudo es referido como “la felicidad en este mundo”.
La experiencia nos dice que, si bien el mundo real ofrece algo de placer, vivir en él ocasiona muchas dificultades y apuros. Y, en realidad, muchos perciben
el Budismo como algo que tiene muy poco que ver con la alegría y el placer, y más bien lo consideran como una enseñanza de estricto régimen y disciplina.
Para esas personas, estas palabras del capítulo “Duración de la vida” pueden resultar algo sorprendentes. Entonces, específicamente, ¿qué nos enseña la frase “donde los seres vivientes disfrutan en tranquilidad”?
Para la mayoría de nosotros, la palabra “disfrutar” trae a la mente alguna suerte de juego o recreación. Y el término chino traducido como “disfrutar” en esta frase también puede representar algo de “juego”. Desde nuestra juventud, para la mayoría de nosotros, el juego ha sido siempre una frágil oportunidad, interrumpida con gusto por nuestras madres y padres con frases tales como, “¡Deja de jugar y haz tus tareas!”.
Y, obviamente, nadie es más inútil que un adulto que no hace más que jugar todo el día, cualquiera sea el deporte o pasatiempo. De otro lado, la idea de “trabajar bien, jugar bien” es una tradición en nuestra cultura. “Trabajar demasiado agota a cualquiera”, un dicho muy utilizado que se hizo de mala fama en la película The Shining, es parte de la ética de trabajo saludable en los Estados Unidos.
Una rama de la psicoterapia conocida como “ludoterapia” reconoce que el juego puede realzar el crecimiento emocional en los niños e incluso en los adultos. Y son muy pocos los que cuestionarían el hecho de que el juego, en la forma de los deportes, promueve el desarrollo físico y la capacidad para trabajar en equipo.
De esta manera, el juego o el placer tienen un valor positivo y negativo. De un lado, sugieren romper con la rutina diaria, es una oportunidad para aliviar el estrés y la tensión que trae la vida. Pero convertirlos en una parte integral de esa rutina diaria, parece una contradicción. El juego, cuando se convierte en una regla, en lugar de una excepción, en realidad puede terminar siendo una pesada responsabilidad. Tal como escribió Shakespeare, “Si todo el año fuese
sólo feriados festivos, practicar deportes sería tan tedioso como el trabajo” (Prince Henry, en Henry IV, Pt. 1, acto 1, sc. 2.).
Además, cuando afrontamos un problema de muy compleja solución, es difícil disfrutar genuinamente, aunque haya tiempo para hacerlo.
Volviendo al Sutra del Loto, en el tercer capítulo, “Parábolas y semejanzas” encontramos el pasaje, “Los hijos, en ese momento, danzaron de alegría, montándose en los carruajes enjoyados, recorriendo en todas direcciones, deleitándose y entreteniéndose”. Esto proviene de la parábola de la Carreta del Gran Buey Blanco. En la parábola, los hijos representan a las personas comunes del mundo, y los “carruajes enjoyados” tirados por bueyes blancos, al Sutra del Loto. El padre, que lleva la gran carreta para atraer a sus hijos fuera de la casa en llamas (este mundo lleno de sufrimientos) representa al Buda. Del pasaje citado se infiere que la función de un Buda –y de la enseñanza de un Buda– es hacer posible que las personas que están consumiéndose en las "llamas” del sufrimiento, disfruten libremente de la vida sin restricción u obstáculo alguno.
Nichiren Daishonin escribe a sus seguidores Shijo Kingo y su esposa, “Dondequiera que su hija juegue o retoce, nada podrá hacerle daño; estará libre de todo temor, como el rey león” (PE-1, 120).
“Juegue o retoce”, aquí, sugiere un estado de vida en el cual, sean cuales fueren las circunstancias o condiciones, podemos disfrutar de la vida con
confianza y vitalidad, con coraje y dignidad, como el león que es el rey entre todos los animales. Es una clase de disfrute mucho más sustancial, que sólo se puede tener suprimiendo todo trabajo, estudio o dejando atrás todas las responsabilidades. Es la capacidad para emprender nuestro trabajo con energía y compostura, sin sentido de inseguridad, limitación o restricción alguna.
Este estado de vida, libre y seguro de sí mismo, es al que se refiere el Daishonin cuando dice “juegue o retoce”, y es también lo que el sutra indica con “disfrutar en tranquilidad”.
El término chino, y también el japonés, para “infierno” se traduce directamente como “prisión de la tierra”. La idea de una prisión sugiere un estado de restricción y limitación”, donde ha desaparecido todo sentido de libertad. El estado de “disfrutar en tranquilidad” es todo lo opuesto a esto.
Nichiren Daishonin asocia “el disfrute y la tranquilidad” con la iluminación. Él dice, “No existe felicidad mayor para los seres humanos que invocar Nam myojo renge kyo” (PE-1, 165).
Aquí, felicidad es una traducción del término yuraku. Esta es la misma palabra que, en el contexto del sutra, es traducida como “disfrutar en tranquilidad”. Cuando invocamos daimoku al Gojonzon, que fue inscrito para la felicidad de toda la humanidad, hacemos emerger la innata condición de la Budeidad. Esto nos posibilita “disfrutar en tranquilidad” dondequiera que estemos y en cualquier circunstancia.
El propósito de la vida y el Budismo no es simplemente crear circunstancias “placenteras”. Más bien, es crear dentro de nosotros mismos la capacidad para disfrutar al máximo de todo en la vida y para estar en tranquilidad bajo cualquier circunstancia. Es natural que enfrentemos problemas, desafíos, reveses y decepciones en la vida. Pero la fe en el Budismo significa que cuando ocurren tales cosas, invoquemos daimoku con persistencia y determinación. Esto hace que surja la sabiduría con la cual podemos hacer que las cosas se muevan en una dirección positiva.
Respecto a vivir en este mundo, que está lleno tanto de sufrimientos como de alegrías, Nichiren Daishonin dijo, “Sufra lo que tenga que sufrir, goce lo que tenga que gozar. Considere el sufrimiento y la alegría como hechos de la vida y continúe invocando Nam myojo rengue kyo, pase lo que pase”. (PE-1, 167-8).
En ninguna parte, el Budismo enseña que la vida esté libre de sufrimientos o problemas, o que la vida deba ser una sucesión de circunstancias favorables. En realidad, ese tipo de vida no existe; y aún cuando existiera, como lo sugiere Shakespeare, lo más probable es que se haga muy tediosa. En verdad, el Budismo nos alienta a pararnos con confianza en un mundo y sociedad en los que se entrelazan alegrías y sufrimientos, y a desarrollar una condición de vida tal, que nos permita disfrutar de todo lo que encontremos.
Este estado de vida –la capacidad para “disfrutar en tranquilidad”, imperturbables ante las fluctuaciones externas– es lo que el segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda, llamaba “felicidad absoluta”. Es absoluta porque es creada por uno mismo. Nosotros la creamos. No depende de algo o de alguien. El propósito y la meta de la oración y práctica diarias, y de nuestras actividades para enseñar el Budismo a otros, es crear ese mundo interior de profundo disfrute y tranquilidad.
Publicado en la revista Living Buddhism, Febrero 2000
Misericordia Budista
Quitar el sufrimiento y dar felicidad.
El Daishonin tomó los sufrimientos de todos los seres vivientes como propios.
Todos tenemos dentro nuestro, una parte egoísta, que sólo piensa en el propio bienestar de uno, y luego recién en el de los demás, sólo si es necesario. Esto no necesariamente es algo malo; es parte importante de lo que significa estar vivo. Sin embargo, cuando este sentimiento se convierte en la fuerza dominante en nuestra vida, puede llevarnos a actuar insensiblemente y hasta perjudicialmente hacia los demás. Tiene el potencial de hacernos egoístas y,
si se deja sin control, incluso criminales.
Por un lado, hay momentos, especialmente en las emergencias, cuando el no velar por nosotros mismos puede tener resultados catastróficos. Si bien todos
tenemos que resolver nuestros propios problemas, algunos de estos no podemos resolverlos solos. Debemos confiar en la ayuda de otros.
De otro lado, hay momentos en los que, extendiéndole una mano a otros, podemos ayudarlos de una manera en que ellos no pueden ayudarse a sí mismos. Lo que se necesita en tales circunstancias es misericordia.
En los textos chinos y japoneses, incluyendo los escritos de Nichiren Daishonin, la palabra para misericordia comprende dos caracteres chinos. Se pronuncia ci bei en chino y jihi en japonés (yiji en español). El primer carácter, ci o ji, es una traducción de la palabra sánscrita maitri, que significa “dar felicidad”. El segundo, bei o hi, proviene del sánscrito karuna, que significa
“quitar el sufrimiento”. Juntos, describen la función de aliviar a los seres vivientes del sufrimiento y darles felicidad.
Casi todos pueden sentir amabilidad cuando alguien les muestra amabilidad. El espíritu del Budismo es desarrollar un sentido de misericordia hacia todas las personas. Es con este espíritu que Nichiren Daishonin escribió:
“Los diversos sufrimientos experimentados por todos los seres vivientes son, sin excepción, sufrimientos propios de Nichiren “ (GZ, 758).
El comportamiento de un Bodhisattva
La misericordia de la iluminación budista –el deseo de “quitar el sufrimiento y dar felicidad a la humanidad”– se expresa en el comportamiento humano
de un Buda o un Bodhisattva. Nichiren Daishonin también escribe, “Hasta un villano desalmado ama a su esposa y a sus hijos. Él también posee una parte
del estado de Bodhisattva. (PE-1, 53).
Esta afirmación aclara que todas y cada una de las personas poseen el potencial de un Bodhisattva –el potencial de comportarse con misericordia hacia otra persona. Sin embargo, es una tendencia humana común preocuparse primero y principalmente por uno mismo. Éste puede ser el impulso humano más fuerte a poder vencer. Además, desde hace mucho tiempo hay quienes sostienen la opinión de que la misericordia es señal de debilidad; que la generosidad sólo mal acostumbra a la persona que la recibe.
Esta afirmación puede tener su pizca de verdad. La amabilidad que no da fuerza al receptor crea muy poco valor perdurable. Desde la perspectiva budista, la verdadera misericordia es la que tiene el poder para erradicar la causa de la miseria en la vida de las personas y las dirige hacia la causa de la felicidad. Esa misericordia, por su misma naturaleza, requiere de coraje y fuerza.
Entonces, ¿cómo pueden las personas comunes, gobernadas por el impulso hacia el interés propio, expresar misericordia de una manera constructiva
y significativa? Un ejemplo natural lo vemos en las acciones de una madre hacia su hijo. Una madre hará cualquier cosa por proteger a su hijo, sin importar lo que tenga que enfrentar.
La bondad de un padre y una madre.
Nichiren Daishonin escribió, “Yo, Nichiren, soy el soberano, el maestro, el padre y la madre de todo el pueblo del Japón” (PE-2, 199). Él hizo esta declaración para transmitir su estado de vida como el Buda original –un estado de vida capaz de abrazar a todas las personas con la misericordia de un padre
y una madre hacia sus hijos.
Ahora bien, esto no es cosa fácil. A veces perdemos la paciencia con nuestros propios hijos, para no mencionar a los extraños. Siendo éste el caso,
la mayoría de nosotros, sin ayuda, tendemos a carecer de la cualidad definida como misericordia budista. ¿Qué es lo que podemos hacer al respecto?
Bueno, comenzando por la conclusión, podemos exponer nuestro corazón y mente al estado de misericordia manifestado por el Buda mismo. Cuando creemos en Nam-myoho-renge-kyo y lo invocamos al Gojonzon, que corporifica el misericordioso estado de vida del Buda original, estimulamos y hacemos emerger una fuente de ilimitada misericordia latente en nuestro interior.
Tomando la forma de una lección, los escritos del Daishonin son muy útiles para aplicar como modelo de un padre, madre o maestro para poder desarrollar la misericordia por los demás. Cualquier padre, madre, o maestro exitoso, conoce la importancia de ver las cosas desde la perspectiva del hijo o alumno. Esforzándose en el cuidado y la educación de sus hijos, queriendo verlos crecer y desarrollar su mas alto potencial y humanismo, esas personas trascienden las divisiones del su propio yo y ven los sufrimientos y alegrías de sus hijos o estudiantes como propios. Su preocupación por sus hijos es constante. Siempre están pensando en ellos, están ansiosos por ofrecerles ayuda, y la oportunidad de aprender. Este tipo de preocupación, con seguridad, llegará al corazón de los demás, sean niños o adultos.
El ganador del Premio Nobel, el francés André Gide (1869-1951) lo dijo claramente: “La verdadera amabilidad presupone la facultad de imaginar como propios los sufrimientos y alegrías de los demás” (Pretexts, “Portraits and Aphorisms” [1903]).
La misericordia también incluye la capacidad de reconocer en los demás la fuerza y capacidad de las que nosotros mismos podemos carecer, y nuestro deseo de aprender de esas cualidades. Es muy fácil identificar los puntos débiles en otras personas, y muy difícil reconocer claramente y apreciar los puntos fuertes en éstas. No obstante, si nos esforzamos en enfocar los puntos más sobresalientes, naturalmente llegaremos a apreciar, sentirnos más cerca, e incluso a desarrollar un afecto por ellas. Como resultado, podemos encontrarnos pensando en esas personas más a menudo y sintiendo preocupación por su bienestar.
Nosotros practicamos el Budismo por nuestra propia felicidad y por la de los demás. Estos dos objetivos de la fe no pueden estar separados. Cuando nuestros pensamientos en el bienestar de los demás se hacen parte de nuestras oraciones diarias, trascendemos el impulso innato a estar preocupados solamente por nosotros mismos, e iluminamos la ignorancia fundamental que es la fuente de los sufrimientos, con la luz de nuestra Budeidad innata.
La Revolucion Humana
Por Daisaku Ikeda
"Un cambio interno positivo, en tan sólo una persona,
es la esencial vuelta de tuerca en el proceso de hacer
a la raza humana más fuerte y sabia."
Existen muchos tipos de revoluciones: políticas, económicas, industriales, científicas, artísticas y otras. Pero, sin importar cuánto cambien los factores externos, el mundo nunca mejorará mientras la gente permanezca egoísta
y apática. Como dijo John F. Kennedy, en 1963: "Nuestros problemas fueron creados por el hombre, por lo tanto, pueden ser resueltos por el hombre. Y el hombre puede ser tan grande como él quiera". Un cambio interno positivo, en tan sólo una persona, es la esencial vuelta de tuerca en el proceso de hacer a la raza humana más fuerte y sabia.
Esta "Revolución Humana" es, según creo, la más fundamental y vital de todas las revoluciones. Esta revolución un proceso interno de auto reforma) es completamente pacífica y libre de derramamientos de sangre. En ella todos
ganan y no hay víctimas. La vida es una lucha con nosotros mismos; es un intenso combate entre avanzar y retroceder, entre la felicidad y la desdicha. Estamos cambiando constantemente, pero el problema real es si estamos
cambiando para bien o para mal, si tenemos éxito en engrandecer nuestra estrecha visión centrada en nosotros mismos y asumir una visión más amplia.
Todos los días nos enfrentamos a incontables situaciones en las que tenemos que escoger o tomar decisiones. Tenemos que decidir cuál camino tomar, a fin de sentirnos bien con nosotros mismos, y convertirnos en mejores individuos, de espíritu más generoso.
Si nos permitimos a nosotros mismos ser gobernados por la fuerza del hábito, es decir, reaccionar de la misma manera que siempre lo hemos hecho a una determinada situación, seremos arrastrados por el camino del menor esfuerzo y nuestro crecimiento como personas se detendrá. Pero si tenemos éxito en desafiarnos en un nivel fundamental, podemos pasar de ser una persona golpeada por el ambiente o por la gente a su alrededor, a alguien que puede
influenciar positivamente en su entorno. En realidad, creamos la forma única de nuestras vidas mediante las infinitas elecciones que hacemos cada día.
La individualidad y el carácter verdaderos nunca llegan a florecer completamente sin un arduo trabajo. Yo siento que es un error pensar que quienes somos actualmente es la representación de todo lo que somos capaces de ser.
Si uno pasivamente decide: "Soy una persona callada, de manera que pasaré por la vida calladamente", nunca podremos desarrollar plenamente nuestro potencial único.
Sin necesidad de tener que cambiar nuestro carácter completamente, podemos convertirnos en una persona que, aun siendo básicamente callada, será capaz de decir lo correcto en el momento correcto con verdadera
convicción. De la misma forma, una tendencia negativa hacia la impaciencia podría transformarse en una cualidad útil para lograr que las cosas sean hechas rápida y eficientemente. Pero nada es más inmediato, o más difícil, que el confrontarnos y transformarnos a nosotros mismos.
Siempre resulta tentador decidir: "Este es el tipo de persona que yo soy". A menos que retemos esta tendencia tempranamente en la vida, se hará más fuerte con la edad. Pero creo que el esfuerzo vale la pena al final, porque nada produce una satisfacción más profunda que retar exitosamente nuestras propias debilidades.
Como escribió el autor ruso Tolstoy: "La felicidad suprema es encontrar que somos mejores personas al final del año de lo que éramos al principio."
La Revolución Humana no es un evento extraordinario, ni divorciado de nuestras vidas diarias. A menudo, comienza de una forma pequeña. Tomemos como ejemplo a un hombre que sólo piensa en sí mismo, en su familia y sus amigos. Entonces, un día realiza un movimiento para romper este confinamiento estrecho tan sólo un poco, saliéndose del camino para ayudar
a un vecino que sufre. Éste es el comienzo de su Revolución Humana.
Pero no podemos realizar este proceso solos. Es a través de nuestras interacciones con otros, que pulimos nuestras vidas y crecemos como seres
humanos. En Japón, las papas que crecen en las montañas conocidas como taros, son rugosas y sucias al cosecharse, pero al ser colocadas en agua y
rodarlas unas contra otras, la piel se pela, dejando las papas brillantes y listas para cocinar.
La única manera de afilar y pulir nuestro carácter, es a través de nuestras interacciones con otros. Al realizar acciones por los demás, y comprometernos positivamente con ellos, nos volvemos personas más
disciplinadas y mejores. Pero esto no significa hacer que otros sean felices, mientras nos ignoramos a nosotros mismos o a nuestra propia felicidad.
La felicidad que creamos como individuos, y los fuertes lazos que creamos unos con otros, generan la felicidad de toda la humanidad. Transformar nuestras vidas en el nivel más fundamental es la clave para cambiar la sociedad. Un cambio profundo en la perspectiva con que vemos las cosas, o sea en la realidad interior de nuestras vidas, produce cambios en las funciones
externas de nuestra vida, en otras personas y en nuestra comunidad. Creo firmemente que una gran Revolución Humana en tan solo un individuo puede ayudar a lograr un cambio en el destino de una nación y permitir un cambio en toda la humanidad.
La vida de Mahatma Ghandi ilustra este punto. Siendo niño era dolorosamente tímido. Siempre estaba preocupado porque la gente lo iba a ridiculizar. Aún después de aprobar sus exámenes como abogado seguía siendo tímido. Cuando se levantó para presentar sus argumentos de apertura en su primer caso en tribunales, su mente se puso en blanco por los nervios y tuvo que abandonar el tribunal.
Pero un cambio importante ocurrió mientras se encontraba en Sudáfrica, donde los hindúes residentes enfrentaban una severa discriminación.
Gandhi iba viajando en un vagón de primera clase en un tren, cuando se le ordenó moverse al vagón de carga. Él se rehusó, y eventualmente fue forzado
a salir del tren.
En la sección de espera en la estación, Gandhi permaneció despierto toda la noche, debatiéndose entre regresar a la India o soportar las dificultades que acarrearía el asumir una posición y luchar por los derechos humanos.
Finalmente comprendió que sería cobardía huir de sus temores y desechar a la gente que estaba siendo discriminada como él lo había sido. A partir de ese momento, Gandhi se enfrentó de lleno con su naturaleza tímida y la retó, determinado a vencer la injusticia.
Su cambio interno fue la chispa que originó uno de los más grandes desarrollos del siglo veinte: el movimiento para el cambio social por medio
de la no-violencia.
Cada persona individualmente posee un gran potencial que permanece en gran medida intacto. Por medio del arduo trabajo que es realizar nuestra Revolución Humana, este potencial puede ser revelado y podemos establecer un sentido del yo independiente e inconquistable. Podemos lidiar creativamente con cualquier situación que la vida nos pueda ofrecer.
Este proceso abierto nos permite mantenernos creciendo y desarrollándonos a lo largo de nuestras vidas, y más allá. Nunca encontraremos un punto muerto en nuestro viaje eterno de auto realización.
El Karma
punto de vista del budismo de Nichiren Daishonin-
el karma o destino, b) de qué manera somos responsables
de él y c) cómo podemos cambiarlo para lograr nuestra
felicidad absoluta (la que depende de nosotros y no de
nuestras circunstancias) a la vez que ayudamos a mejorar
el mundo.
Karma es una palabra del sánscrito, que originalmente
significaba "acción" y que luego comenzó a utilizarse
como sinónimo de destino, generado por nuestras acciones.
Esta cuestión del karma ha sido objeto de gran
preocupación por parte de los filósofos, tanto en
oriente como en occidente. Una teoría occidental dice
que cuando nacemos, nuestras vidas son como una hoja
de papel en blanco. A partir de allí, cada vida se
desarrolla como resultado de su entorno y de las
fuerzas que actúan en él -parientes, amigos, sociedad,
cultura dominante, etc. El Budismo, sin embargo, enseña
que la vida es eterna y que hemos vivido incontables
vidas hasta este momento. Esto implica que no nacemos
como hojas en blanco, sino como páginas con incontables
impresiones hechas con anterioridad.
De acuerdo al Budismo, la vida existe en el cosmos
por siempre; algunas veces es manifiesta y otras es
latente. Tal como cuando dormimos y después despertamos.
Entre el sueño y el despertar, nuestra conciencia queda
en un estado sub-conciente. Similarmente, cuando morimos,
nuestra vida queda en un estado latente. Y así, la vida
de uno continúa eternamente, alternando estados de vida
y muerte. La muerte es tan parte de la vida, como el
dormir es parte del proceso de vivir.
En base a esto, el karma es la acumulación de los
efectos de las causas buenas y malas que realizamos
a través de nuestras vidas anteriores, de las causas
buenas y malas que hicimos en esta vida, y de las que
en este preciso instante estamos haciendo.
Nichiren Daishonin declaró: "Si usted quiere entender
las causas que existieron en el pasado, mire los
resultados que se manifiestan en el presente. Y si
usted quiere entender qué resultados se manifestarán
en el futuro, mire las causas que existen en el
presente." (Los Principales Escritos de Nichiren
Daishonin Vol. 2.)
El funcionamiento de las causas y los efectos puede
no ser demasiado obvio. La vida con frecuencia parece
injusta. ¿Cómo es que un señor inescrupuloso y egoísta
se hace rico? ¿Por qué esa agradable mujer de la otra
calle tiene cáncer? ¿Por qué la gente nace en tan
diferentes circunstancias? Seguramente un niño no tuvo
oportunidad de hacer las causas para nacer en la
pobreza y el hambre. Solamente podemos explicar esas
circunstancias si entendemos que la vida es eterna y
que nuestro nacimiento fue determinado por las causas
hechas en vidas previas.
La ley de causa y efecto es exacta. Podemos llegar a
escapar de las leyes de la sociedad, pero no hay escape
de la ley de la causalidad, que está marcada
indeleblemente en nuestras vidas. Pero a pesar de que
es estricta, no podemos decir que sea injusta.
Evidentemente nos da una explicación lógica para
nuestras diferentes circunstancias de nacimiento. Y más
aun, es una enseñanza optimista, porque pone en nuestras
manos el poder de crear nuestros destinos.
Todo lo que hacemos en esta vida afecta el balance
positivo o negativo de nuestro karma. Por ejemplo,
si nacimos pobres pero dedicamos la vida a darle a otros
cualquier cosa que podamos darles, estamos haciendo
causas para cambiar el karma negativo de ser pobres.
Por otra parte, si dedicamos la vida a envidiar, u odiar,
o a robar a los demás, estamos haciendo causas para
aumentar el karma negativo.
Cada pensamiento, palabra y obra es una causa que crea
un efecto. A un nivel simple, si vamos a trabajar, nos
pagarán, si hacemos ejercicios, estaremos fuertes. Por
lo tanto, el budismo enseña que el destino no es
arbitrario, ni es impuesto por una fuerza sobrenatural,
sino que nosotros lo creamos en cada instante.
La doctrina del karma tiene una gran implicancia: no
podemos culpar a nadie más por nuestro sufrimiento.
Claro que esto no significa que los demás no cuentan;
ellos tendrán la recompensa por sus propias acciones.
Lo importante es que nuestro sufrimiento proviene de
nuestro interior, no del exterior. A pesar de que esto
parece estricto, de hecho es en extremo liberador.
Después de todo, no podemos cambiar a la otra gente.
Mejor dicho, la única manera de cambiar a otras
personas es cambiar la manera en que nos relacionamos
con ellas, cambiándonos primero a nosotros mismos.
Cuando abrimos nuestra naturaleza de Buda a través de
entonar Nam myojo rengue kyo, reaccionamos
diferentemente ante los demás, basados en sabiduría
y misericordia, en lugar de en cólera o avaricia. Por
esto, la gente nos responde de otra manera.
Crear nuestro destino
De acuerdo a lo que ya vimos, el budismo de Nichiren
Daishonin considera que todas las personas tienen en
sí mismas el potencial de cambiar su propio karma,
o dicho de otra manera, usted puede crear su destino,
sobrepasando la influencia de su karma!
Dijo Nichiren: "El Buda descubrió una ley mística que
simultáneamente contiene la causa y el efecto, y la
designó myojo rengue. La ley de myojo rengue está
incluida en todo fenómeno del universo. Por lo tanto,
aquellos que practican esta ley, simultáneamente
adquieren la causa y el efecto de la Budeidad."
Principales Escritos de Nichiren Daishonin Vol. 7)
(La traducción se simplificó para facilitar la
comprensión.)
La Budeidad es el más alto de los 10 estados de vida
a que podemos aspirar. Lo podemos caracterizar como
un estado de máxima sabiduría y misericordia, pleno
de felicidad. Todos tenemos el potencial de la Budeidad
en nosotros mismos, así que un “buda” no es un ser
superior, sino una persona como usted o como yo, que
hizo la práctica correcta.
¿Y cuál es la práctica correcta -lo que en budismo
denominamos la práctica de la ley? La práctica está
compuesta de dos aspectos: la práctica para uno mismo
y la práctica para los demás.
Practicar para los demás es hacerles conocer la Ley
Mística a nuestros amigos, con el sincero deseo
-desde el corazón- de ayudarles a ser felices.
Practicamos para nosotros mismos, principalmente,
entonando NAM MYOJO RENGUE KYO, que significa:
me dedico con devoción (NAM) a la ley mística
(MYOJO) de causa y efecto (RENGUE) por medio de
la voz (KYO). El daimoku –así se llama esta
práctica- tiene el gran poder de atravesar nuestro
“depósito de karma”, de manera de llegar hasta
nuestra más profunda conciencia, la esencia de
nuestra vida o estado de Budeidad.
Para entender esto un poco más, es bueno mencionar
el concepto de las nueve conciencias...
El budismo define nueve conciencias, que ayudan
a explicar cómo se almacena el karma. Para no
extender demasiado esta explicación, vamos a dejar
de lado las primeras siete y concentrarnos en la
octava y novena. La octava conciencia es el depósito
del karma, es decir, donde se guardan los efectos
de todas las causas que generamos hasta este mismo
instante, en ésta y en anteriores vidas. Esta
conciencia influencia nuestras reacciones en todo
momento.
Todos tenemos experiencias o patrones de
comportamiento que no conseguimos modificar.
Por ejemplo en nuestro trabajo, muchos de
nosotros tenemos una persona en particular
que nos provoca reacciones, al menos,
de malhumor. A pesar de que nos decimos a
nosotros mismos que la próxima vez será
diferente, eso vuelve a repetirse, una y
otra vez. O está el caso de mujeres que
fueron maltratadas por sus esposos y que,
a pesar de buscar un nuevo marido, se
encuentran con que eso vuelve a suceder.
Para el budismo, esos patrones de comportamiento,
tanto los nuestros como los de las personas con
las cuales nos relacionamos, son efecto de nuestro
karma. Y del de ellos también!
La sicología intenta resolver esos patrones de
comportamiento a través del entendimiento y toma
de conciencia. Sin embargo, un enfoque solamente
racional no resuelve el tema en su nivel más
profundo, porque la razón por sí misma no puede
ir más allá del karma. Entonces, uno se queda
atrapado en ese círculo vicioso, respuestas y
situaciones que vienen del karma negativo generan
más karma negativo.
Para cambiar nuestro karma tenemos que ir más allá
de la influencia de esa octava conciencia, hasta la
novena conciencia, que es pura y libre del karma.
Nichiren Daishonin definió la novena conciencia
como myojo rengue, la ley universal de la vida.
Y la forma de llegar hasta esa conciencia es entonar
el NAM MYOJO RENGUE KYO.
Cuando entonamos Nam myojo rengue kyo, estamos
expresando nuestra budeidad. A medida que lo hacemos
más y más, tomamos conciencia de las tendencias
kármicas que nos restringen y limitan. A medida que
nuestra confianza crece, nos sentimos capaces de
desafiar esas tendencias y establecer una nueva
dirección en nuestras vidas, basados en nuestra
siempre emergente budeidad.
El karma no es una cuestión solamente individual.
También compartimos el karma con nuestras familias.
Asimismo, lo compartimos con nuestras comunidades
y la sociedad en general. Ha habido muchos intentos
de mejorar la sociedad por medio de revoluciones:
la revolución industrial, la revolución de clases,
y así. Sin embargo, a menos que tengamos un medio
de hacer una revolución en nuestras vidas, no
podemos esperar alcanzar una paz y una sociedad
constructiva permanentes. Sin que podamos superar
nuestra cólera, por ejemplo, cómo podemos esperar
detener la guerra?
Al superar nuestro propio karma, por lo tanto,
comenzamos una reacción en cadena para cambiar
el karma de nuestras familias, de nuestras
comunidades y del mundo.
Los Diez Estados
1) Infierno (jigoku): en su tratado «El verdadero objeto de veneración», Nichiren Daishonin establece que «la furia es el estado de Infierno».¹ Esta es una condición en la que uno está dominado por el impulso furioso de destruir y de atraer la ruina sobre sí mismo y sobre los demás. Concretamente, este estado representa el sufrimiento y la desesperación más extremos.
2) Hambre (gaki): en el mismo tratado se lee: «la codicia es el estado de Hambre». En esta condición, uno está sometido a un insaciable deseo egoísta de riquezas, fama y placer, que jamás puede ser enteramente satisfecho.
3) Animalidad (chikusho): también el tratado se refiere a esta condición y dice que «la estupidez es el estado de Animalidad». Cuando está presente, uno se deja llevar por el impulso de los deseos e instintos, pues carece de la sabiduría para controlarse.
4) Ira (shura): «la perversidad es el estado de Ira». Consciente de su propio yo, pero dominado por el egoísmo, uno es incapaz de comprender las cosas como son y menosprecia y agrede la dignidad de los demás.
5) Humanidad (nin): «El verdadero objeto de veneración» estipula que «la calma es el estado de Tranquilidad». En este estado, en que uno es capaz de controlar temporariamente sus deseos e impulsos mediante la razón, se puede vivir una vida pacífica, en armonía con el entorno y con otras personas.
6) Éxtasis (ten): «la dicha es el estado de Éxtasis». Esta es una condición en la que existen el contento y la alegría por haberse liberado del sufrimiento, y la satisfacción de haber concretado algún deseo.
7) Aprendizaje (shomon): los seis estados anteriores, desde Infierno hasta Éxtasis, surgen por el imperio de los impulsos o deseos, pero quedan bajo el absoluto control de las restricciones que les impone el entorno y son extremadamente vulnerables a las diferentes circunstancias. Aprendizaje, por el contrario, es una condición que se experimenta cuando uno lucha por un estado de satisfacción y estabilidad, mediante la reforma y el desarrollo de la propia vida. Concretamente, shomon es la condición en la que uno se dedica a forjar una vida mejor, aprendiendo de las ideas, el conocimiento y las experiencias de sus antecesores y contemporáneos.
8) Comprensión Intuitiva (engaku): es una condición similar a la de Aprendizaje, porque en ambas se realiza una lucha por reformarse a uno mismo.² Pero lo que los diferencia es que, en el estado de Comprensión Intuitiva, en vez de intentar aprender de lo que lograron los antecesores, uno trata de dominar el proceso de la propia transformación mediante la observación directa de los fenómenos.
9) Bodhisattva (bosatsu): es un estado signado por la misericordia, en el que el individuo se dedica a la felicidad de los demás, aunque ello implique sacrificios. Las personas de Aprendizaje y Comprensión Intuitiva tienden a carecer de misericordia y a llegar a extremos en la búsqueda de la propia perfección. Por el contrario, un bodhisattva descubre que el camino hacia ella radica en la acción misericordiosa de salvar a otros del sufrimiento.
10) Budeidad (butsu): esta condición se alcanza cuando uno logra la sabiduría de percibir la realidad última de su propia vida y adquiere la infinita misericordia de dirigir constantemente sus acciones hacia objetivos benevolentes; cuando desarrolla un yo eterno y una pureza absoluta en su vida, que nada puede mancillar. La Budeidad es un estado ideal que se puede alcanzar a través de la práctica budista. Empero, puesto que ninguna condición de vida es estática, la Budeidad no debe ser considerada el objetivo final; por el contrario, es algo que uno experimenta en la profundidad de su ser al tiempo que continúa actuando con benevolencia en su vida diaria. En otras palabras, la Budeidad se manifiesta diariamente en la conducta del bodhisattva: buenas acciones y actos misericordiosos.³
NOTA: La teoría de la POSESIÓN MUTUA de los diez estados explica que, si bien cada persona tiene un estado de vida BÁSICO, también experimenta los otros estados. Todos los estados tienen un aspecto positivo y otro negativo. Cuando uno eleva su estado de vida mediante la práctica de la Ley tiene la capacidad de tomar el aspecto positivo aún de los estados inferiores (por ejemplo el infierno le permite entender el sufrimiento de los demás, los deseos le permiten avanzar en la vida, los instintos le ayudan a sobrevivir). Se dice que el hombre sabio (bodhisattva y buda) no se deja abatir por los infortunios ni se deja elevar por sus logros; él sabe que la verdadera felicidad nace desde el interior y es plena sólo cuando también hace felices a otros.
¹ Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 52.
² Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol 1, pág.53.
³ Las cuatro características esenciales de la Budeidad están representadas por los cuatro adalides de los Bodhisattvas de la Tierra Jogyo (Conducta Superior), Muhengyo (Prácticas Ilimitadas), Jyogyo (Prácticas Puras) y Anryugyo (Firmemente Establecidas). Es decir, los cuatro bodhisattvas corresponden a las cuatro virtudes verdadero yo, eternidad, pureza y felicidad. Se puede considerar que la virtud de Jogyo simboliza la integridad absoluta e indestructible del yo. El bodhisattva Muhengyo representa el estado de libertad ilimitada por toda la eternidad. Jyogyo indica la pureza absoluta de la vida, en que el mal o la naturaleza egoísta quedan relegados a un estado latente, inexpresado. Anryugyo implica una vida feliz y placentera, de completa plenitud.
Nichiren Daishonin es el Buda original que ha estado iluminado eternamente a la verdad última de la Ley Mística, desde el infinito pasado de kuon ganjo. Sin embargo, su comportamiento fue el del Bodhisattva Jogyo, adalid de los Bodhisattvas de la Tierra. En un sentido amplio, todas las personas que practican con fe firme en el Budismo del Daishonin se comportan como los Bodhisattvas de la Tierra, pero son, en realidad, Budas.
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martes, diciembre 11, 2007
DESCANSO
Con motivo de el acercamiento de las fiestas navideñas, me queda muy poco tiempo para dedicar al blog. Se me amplían los horarios laborales. Y disminuye el tiempo libre para escribir y recaudar información.
Pero aprovecho este tiempo para revisar los contenidos del blog y de alguna manera completarlo con nuevas publicaciones para este próximo año. He compilado un curso básico que tengo que transcribir. Se trata del curso de Budismo Básico que impartimos aquí en España, y pues empezare pronto a transcribirlo. Para que lo podáis disfrutar.
Quisiera compartir con ustedes experiencias de estos cuatro años de practica budista. De hecho ya he contado parte, pero quisiera compartir mas. Y así espero hacerlo este nuevo año que viene. Tambien exponer temas sobre el Espiritu Soka, y el Espiritu o Actitudes de los Practicantes de este budismo. Y sobre todo exponer mas experiencias.
Me planteo nuevas metas para este nuevo año que pronto comienza, y espero poder triunfar en muchas. Así mismo les animo a que se tracen metas nuevas y luchéis por conseguirlas.
Desde aquí, desde Barcelona, recibid mis mejores deseos para este año que viene, y contad con mis oraciones.
Les deseo a todos muy Felices Fiestas.
Hasta el año próximo.
Los saluda de todo corazón, David Rodríguez.
Un abrazo.
Principio de Esho Funi
Cambiar nuestras circunstancias implica cambiar primero nosotros mismos. Nosotros y nuestro entorno somos uno. De esto se trata Esho Funi.
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Esho Funi: la inseparabilidad de la vida y el ambiente
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La mayoría de las tradiciones religiosas occidentales, sostienen que la vida es el producto de un supremo creador, ubicado en su medio ambiente como parte de un gran plan. La ciencia sugiere que la vida brota de medios ambientes inanimados - que es simplemente un fenómeno de muy alta complejidad.
La visión budista de la relación entre la vida y su medio ambiente, entre la gente y su entorno, es muy simple pero profunda en sus implicaciones. Explica que la vida emerge naturalmente donde quiera que las causas y condiciones sean adecuadas para que lo haga. El lugar donde la vida emerge y existe, es llamado medio ambiente.
“Medio ambiente” significa entorno, y lo que rodea es la vida. Para los seres humanos, el medio ambiente incluye nuestra familia, comunidad y centro de trabajo, así como el paisaje en el que vivimos y todas las formas de vida
que lo colman. La vida no puede existir separada de su medio ambiente, y la vida, a su vez, influye profundamente en su medio ambiente.
En el amanecer de la vida sobre la Tierra, los océanos rebosaban de organismos unicelulares. Algunos de estos comenzaron a absorber el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y, a su vez, despedían oxígeno. Gradualmente, estos organismos simples evolucionaron como vida vegetal, produciendo más y más oxígeno. Lentamente, una atmósfera que contenía poco oxígeno se transformó en una rica en éste, mientras evolucionaban nuevas formas de vida que respiraban oxígeno. Algo de ese oxígeno se transformó en ozono (O3), creando una capa en la atmósfera que bloqueaba la dañina radiación del sol, enfriando la tierra los océanos y protegiendo la vida. Bajo esta protección, la vida floreció y evolucionó. La vida transformó así el medio ambiente, haciéndolo más conveniente para más formas de vida.
Los seres humanos estamos inmersos en un medio ambiente rico con miríadas de formas de vida vegetal y animal, separados del cual no podemos sobrevivir. Debido a que dependemos del agua, el aire, la vida vegetal y animal que nos rodea, nuestro medio ambiente merece, verdaderamente, el nombre de “madre naturaleza” –porque da vida y nutre a los seres humanos. Además, nuestros cuerpos mismos están compuestos de los mismos elementos que se encuentran en nuestro medio ambiente -el componente líquido de nuestro cuerpo, por ejemplo, es similar a la composición del agua de mar.
Que dependamos de nuestro medio ambiente y nos parezcamos mucho a él, hace del principio budista de la unidad de la vida y su medio ambiente una cuestión de sentido común. Pero la visión budista va más allá de una simple conexión técnica; ella reconoce un hilo que vincula a las entidades vivientes
con su medio ambiente. Este hilo es el verdadero aspecto de todos los fenómenos, la Ley Mística, que puede ser entendida como la vida misma del universo en sí.
Mientras la ciencia reconoce que la vida surge del medio ambiente y es una extensión de éste, el Budismo vierte luz sobre el por qué es esto así. Se debe a que el medio ambiente mismo está “vivo” -porque el universo rebosa del potencial de la vida. La “unidad” a la que nos hemos estado refiriendo deriva del término chino que literalmente significa “dos pero no dos”. En un nivel, la persona y su medio ambiente son entidades distintas y separadas. Naturalmente, es importante reconocer y apreciar esta distinción. No obstante, vistos desde la perspectiva de la entidad esencial, o lo que el Sutra del Loto refiere como el verdadero aspecto de todos los fenómenos, son uno y lo mismo.
Nichiren Daishonin dice: “Significa que todos los seres y su ambiente, en cualquiera de los Diez Estados, desde el inferior –que es el de Infierno- hasta el superior -que es el de la Budeidad-, son manifestaciones de Myojo rengue kyo, sin excepción. Allí donde hay un ambiente, necesariamente debe haber un sujeto que corresponda a él.
Miao-lo señala: ‘Tanto la vida (shoho) como su ambiente (eho) siempre manifiestan Myojo rengue kyo’” (Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 89). Él compara Myojo rengue kyo con la verdadera entidad o el verdadero aspecto de todos los fenómenos.
El Daishonin también escribe, “El ambiente es como la sombra, y la vida, como el cuerpo. Sin el cuerpo, no puede existir la sombra, y sin la vida, no hay ambiente. De la misma manera, la vida es formada por su ambiente” (The Writings of Nichiren Daishonin, pág. 644). La frase traducida aquí como “formada por” también puede ser interpretada como “creada por” o “apoyada por”.
Cuando la vida interior de la persona está descaminada o desbalanceada, el ambiente -la sociedad humana, el ecosistema, los océanos, la atmósfera y la geografía- es influenciado negativamente.
Es importante comprender que ésta no es una relación estática. La conexión entre nosotros y nuestro ambiente es dinámica, viva. Constantemente estamos ejerciendo una influencia en nuestro ambiente, y nuestro ambiente está influenciando en nosotros. Lo que nos debe preocupar es si estamos
ejerciendo una influencia positiva y valiosa sobre nuestro ambiente, y si estamos respondiendo a las influencias de nuestro ambiente de manera positiva y valiosa.
Si no nos gusta lo que vemos en nuestro ambiente, podemos esforzarnos por mejorarlo. Y para hacerlo, el principio de la unidad con nuestro ambiente sugiere que, simultáneamente, debemos esforzarnos por mejorar nosotros
mismos.
Hoy, nuestro mundo está al borde de una crisis ambiental. Los malos hábitos de la humanidad han estado causando y acumulando efectos negativos ambientales y globales que están comenzando a degradar el bienestar de la
humanidad. El peligroso agotamiento de la capa de ozono protectora de la Tierra y el calentamiento causado por la quema de combustible fósil son sólo dos ejemplos publicitados.
Además, unas 500.000 especies están comenzando a extinguirse cada año, muchas por causas directamente vinculadas a la influencia humana. De acuerdo con el principio de la unidad de la vida y el medio ambiente,
un medio ambiente sucio es el producto de corazones y mentes contaminados. Este, a su vez, funciona para contaminar los cuerpos, corazones y mentes de quienes viven en él. La progresiva destrucción de la naturaleza, a esta luz, es claramente una señal de la ignorancia de las personas respecto a la verdadera naturaleza de la vida.
En nuestro estudio del Budismo, a menudo utilizamos el término condición de vida para describir nuestro estado mental o emocional interior. La condición
de vida, sin embargo, se refiere en realidad al cuadro completo de nuestras circunstancias internas y externas. No sólo significa nuestra apariencia,
estructura mental, corazón y espíritu; también incluye el medio ambiente –la armonía del escenario familiar, el ambiente laboral, el rol en la comunidad,
la prosperidad, etc. Todas estas cosas caracterizan nuestra vida y nuestro medio ambiente.
Cuando nos vemos a nosotros mismos y a nuestro medio ambiente como esencialmente uno, vemos el valor de cultivar y enriquecer nuestra humanidad interior mientras nos esforzamos por mejorar nuestras circunstancias externas. El atender exclusivamente, ya sea lo interior o lo exterior, nos tendrá andando en círculos. El propósito del movimiento de la SGI es hacer posible una transformación positiva en la vida de los individuos, quienes, a su vez, actuarán con sabiduría para ejercer una influencia positiva en su medio ambiente. Como dice el prefacio de la novela La Revolución Humana: “La transformación dentro de cada individuo puede no sólo modificar su propio karma sino también el de toda una nación y, más aún, el de toda la humanidad”. La comprensión de este principio se expresa mejor, tal vez, en nuestra determinación de mejorar siempre, esforzándonos positivamente por el bienestar de los demás y el mejoramiento de nuestro medio ambiente.
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Querido amigo, el estudio nos ayuda a fundamentar la fe, pero el camino comienza y avanza a través de la práctica: así que a entonar Daimoku (Nam-myojo rengue-kyo) para lograr nuestros objetivos y superar los obstáculos. Hay gente que nos necesita, y para dar felicidad hay que ser primero felices.
Fuente:Tomado de Marketineros-budismo.