El estado de hambre se caracteriza por el deseo insaciable de riquezas, poder, posición social o lo que sea. Lo que importa es tener.
El Daishonin dice que el estado de Hambre se caracteriza por la codicia, otro de los tres venenos. T'ien-t'ai afirma: "Este estado de vida rebosa de hambre y de sed; por eso, a las personas que lo padecen se les llama 'espíritus hambrientos'".
Así sufren las personas atormentadas por un ansia que nada consigue saciar.
Los deseos son inherentes al ser humano en cualquiera de los diez estados, pero en el estado de Hambre estamos controlados por los deseos.
En este estado nuestra libertad queda cuestionada, los deseos pasan a ser los amos de nuestra vida y nosotros sus esclavos.
Esta tendencia nos impide vivir en libertad: dominados por el afán de tener mas, ni nos planteamos cuáles son nuestros verdaderos deseos y, así, a pesar de tener todo, nada es suficiente. La insatisfacción es la constante de este estado de vida.
Si se lo compara este estado de vida con el de Infierno, se ve que en el estado de Hambre "el espacio vital" del individuo es un poco mas amplio. La persona ha escapado de una condición de cautiverio total y de impotencia absoluta; al menos, vive orientada a conseguir algo ..., porque el deseo, también es manifestación de la energía vital. No podemos vivir sin deseos.
Ellos son el impulso que nos permite avanzar y concretar nuestra autosuperación. Por eso se dice, sobre el estado de Hambre: "Este camino se relaciona con otros estados, y conduce tanto al bien como al mal".
Pero cuando no podemos encauzar nuestros deseos hacia la creación de valores positivos, nos dejamos esclavizar por ellos, caemos en el estado de Hambre y a causa de nuestros deseos sufrimos y hacemos sufrir a los demás. Por eso se considera el estado de Hambre un "mal camino".
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