Se dice que cuando uno avanza en la vida enfrenta dificultades u “obstáculos”; que eso es un proceso natural, así como uno debe soportar mayor resistencia del aire cuando anda más rápido. También se dice que, según el Budismo, cuando no hay obstáculos, no hay avance, de ahí, se dice, que hay que sentir agradecimiento cuando surgen los obstáculos; sin embargo, cada vez que aparecen nos preguntamos, casi invariablemente ¿por qué me pasa esto a mí? ¿ y yo qué hice para merecer esto?
El Budismo, asimismo, nos enseña que enfrentar adversidades nos brinda la posibilidad de pulir nuestra personalidad. Pero hay adversidades y adversidades; sólo cuando nos plantamos de frente a esos reveses que nos toca vivir, podemos analizar seriamente cuánto de lo que nos sucede es producto de la forma en que actuamos en la vida.
Desde el punto de vista de la filosofía budista, todos los fenómenos están regidos por la ley de causa y efecto. En nuestro caso, las causas que generamos son producto de nuestros pensamientos, palabras y acciones. Por ello, la reflexión sobre nuestro comportamiento, la fuerza de voluntad para corregirlo y las acciones concretas para hacerlo son esenciales dentro del proceso que, dentro de la SGI llamamos “ revolución humana”.
Sólo de esa manera , los obstáculos se convierten en excelentes oportunidades para aprender cómo extraer esa capacidad inherente que el Budismo denomina “estado de Buda”. Podríamos decir que un tema crucial en esta cuestión de enfrentar obstáculos yace en la actitud que se tiene frente a ellos.
Cuando uno avanza resueltamente y ora con la seguridad de “transformar todo en causa de felicidad”, esa actitud, en sí misma, representa la superación del obstáculo e implica nuestro crecimiento como seres humanos. El principal interés del Budismo yace en ese tipo de avance, donde no sólo triunfamos ante las dificultades sino, fundamentalmente, sobre nosotros mismos.
El Daishonin escribe a Kingo : “la vida es como un sueño. Nadie puede saber con certeza si al día siguiente seguirá con vida. Aunque las circunstancias lo lleven a ser un mendigo desgraciado, ni siquiera así deshonre el SUTRA DEL LOTO. No muestre desesperación ni se ande lamentando, ya que esto no va a cambiar las cosas. Tal como escribió en su carta, tiene que actuar y hablar sin el menor asomo de servilismo. Si se humilla para conseguir el favor de los demás, sólo agravará las cosas. Aunque le confisquen sus feudos o lo echen, piense que todo se debe a la función (positiva) de los diez demonios, y encomiéndese a ellas de todo corazón. Si, en lugar de ser exiliado, me hubiera quedado en Kamakura, seguramente me habrían matado en la batalla. De la misma manera, ya que mantenerse al servicio de su amo redundará en su perjuicio, piense que esto responde a un designio de Buda Shakiamuni.” Le hace ver a Kingo que el destierro que sufra, finalmente, había resultado ser un beneficio. Esa es una muestra clara de la capacidad que se produce a través de la práctica budista: la de poder crear valor en cualquier circunstancia.
En la apertura de los ojos se lee: “Por lo que hice, fui condenado al exilio, pero ése es un sufrimiento pequeño, limitado a la existencia actual, y del que no vale la pena lamentarme. En mis futuras existencias, disfrutaré de una inmensa felicidad, y esta certeza basta para hacerme sentir la dicha más profunda.”
Si vemos las dificultades desde un estado elevado de la vida, todas son la base auténtica de nuestro desarrollo personal. quien practica el budismo y sobrelleva los obstáculos pensando: “sino fuera por ellos no habría forma de saber que ésta es la verdadera enseñanza”, llega a corporificar la Ley en su propia vida. Alguien así logra el inmenso estado de vida en el cual todas las dificultades que acaecen pueden ser vistas como “PAZ Y GOCE”, y es natural deleitarse con ella, con el sentimiento reflejado en el pesaje de las enseñanzas de Nichiren Daishonin que dice: “Cuanto más grandes sean las dificultades que se abatan sobre él, mayor será su deleite, debido a la fuerzo de su fe.”
Postura se refiere al estado interior de la vida, albergado en lo más profundo del ser. Es lo que decide a qué habremos de consagrar la existencia, cuál será la base fundamental de nuestra vida.
Aunque esa postura sea invisible, se manifiesta siempre en el momento crucial. No sólo eso; en realidad, determina todos los aspectos de la existencia de un individuo, a cada instante del día, todos los días.
En una de sus guias, el presidente Ikeda habló sobre este aspecto utilizando el SUTRA GUIRNALDA DE FLORES, que señala: “El corazón es como un pintor magistral.” Sobre esa idea, destacó: “Como un pintor ilustre, el corazón crea libremente sus representaciones de todas las cosas. Nuestro corazón es el diseñador, el pintor, el escultor, el arquitecto de todo nuestro ser. Lo que cuenta es la actitud básica que yace en nuestro interior, “el instante vital” de nuestra vida. Es la oración y es la esperanza. Lo importante es plasmar en el corazón esa imagen, lo más clara y especifica posible. Ese “retrato” se convierte, en sí mismo, en el diseño de nuestro futuro. La fuerza de la postura nos permite interpretar, con nuestra propia existencia, una espléndida obra maestra de acuerdo con ese diseño. Cuanto más específico y detallado sea el “plano” de nuestro corazón, tanto mejor será. La clave está en seguir pintando vivamente el objetivo que nos hemos trazado en nuestro corazón y en seguir avanzando hacia nuestras metas sin especulaciones.
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