sábado, diciembre 22, 2007

El Karma

En esta charla vamos explicar a) qué es –desde el
punto de vista del budismo de Nichiren Daishonin-
el karma o destino, b) de qué manera somos responsables
de él y c) cómo podemos cambiarlo para lograr nuestra
felicidad absoluta (la que depende de nosotros y no de
nuestras circunstancias) a la vez que ayudamos a mejorar
el mundo.

Karma es una palabra del sánscrito, que originalmente
significaba "acción" y que luego comenzó a utilizarse
como sinónimo de destino, generado por nuestras acciones.

Esta cuestión del karma ha sido objeto de gran
preocupación por parte de los filósofos, tanto en
oriente como en occidente. Una teoría occidental dice
que cuando nacemos, nuestras vidas son como una hoja
de papel en blanco. A partir de allí, cada vida se
desarrolla como resultado de su entorno y de las
fuerzas que actúan en él -parientes, amigos, sociedad,
cultura dominante, etc. El Budismo, sin embargo, enseña
que la vida es eterna y que hemos vivido incontables
vidas hasta este momento. Esto implica que no nacemos
como hojas en blanco, sino como páginas con incontables
impresiones hechas con anterioridad.

De acuerdo al Budismo, la vida existe en el cosmos
por siempre; algunas veces es manifiesta y otras es
latente. Tal como cuando dormimos y después despertamos.
Entre el sueño y el despertar, nuestra conciencia queda
en un estado sub-conciente. Similarmente, cuando morimos,
nuestra vida queda en un estado latente. Y así, la vida
de uno continúa eternamente, alternando estados de vida
y muerte. La muerte es tan parte de la vida, como el
dormir es parte del proceso de vivir.

En base a esto, el karma es la acumulación de los
efectos de las causas buenas y malas que realizamos
a través de nuestras vidas anteriores, de las causas
buenas y malas que hicimos en esta vida, y de las que
en este preciso instante estamos haciendo.

Nichiren Daishonin declaró: "Si usted quiere entender
las causas que existieron en el pasado, mire los
resultados que se manifiestan en el presente. Y si
usted quiere entender qué resultados se manifestarán
en el futuro, mire las causas que existen en el
presente." (Los Principales Escritos de Nichiren
Daishonin Vol. 2.)

El funcionamiento de las causas y los efectos puede
no ser demasiado obvio. La vida con frecuencia parece
injusta. ¿Cómo es que un señor inescrupuloso y egoísta
se hace rico? ¿Por qué esa agradable mujer de la otra
calle tiene cáncer? ¿Por qué la gente nace en tan
diferentes circunstancias? Seguramente un niño no tuvo
oportunidad de hacer las causas para nacer en la
pobreza y el hambre. Solamente podemos explicar esas
circunstancias si entendemos que la vida es eterna y
que nuestro nacimiento fue determinado por las causas
hechas en vidas previas.

La ley de causa y efecto es exacta. Podemos llegar a
escapar de las leyes de la sociedad, pero no hay escape
de la ley de la causalidad, que está marcada
indeleblemente en nuestras vidas. Pero a pesar de que
es estricta, no podemos decir que sea injusta.
Evidentemente nos da una explicación lógica para
nuestras diferentes circunstancias de nacimiento. Y más
aun, es una enseñanza optimista, porque pone en nuestras
manos el poder de crear nuestros destinos.

Todo lo que hacemos en esta vida afecta el balance
positivo o negativo de nuestro karma. Por ejemplo,
si nacimos pobres pero dedicamos la vida a darle a otros
cualquier cosa que podamos darles, estamos haciendo
causas para cambiar el karma negativo de ser pobres.
Por otra parte, si dedicamos la vida a envidiar, u odiar,
o a robar a los demás, estamos haciendo causas para
aumentar el karma negativo.

Cada pensamiento, palabra y obra es una causa que crea
un efecto. A un nivel simple, si vamos a trabajar, nos
pagarán, si hacemos ejercicios, estaremos fuertes. Por
lo tanto, el budismo enseña que el destino no es
arbitrario, ni es impuesto por una fuerza sobrenatural,
sino que nosotros lo creamos en cada instante.

La doctrina del karma tiene una gran implicancia: no
podemos culpar a nadie más por nuestro sufrimiento.
Claro que esto no significa que los demás no cuentan;
ellos tendrán la recompensa por sus propias acciones.
Lo importante es que nuestro sufrimiento proviene de
nuestro interior, no del exterior. A pesar de que esto
parece estricto, de hecho es en extremo liberador.
Después de todo, no podemos cambiar a la otra gente.
Mejor dicho, la única manera de cambiar a otras
personas es cambiar la manera en que nos relacionamos
con ellas, cambiándonos primero a nosotros mismos.

Cuando abrimos nuestra naturaleza de Buda a través de
entonar Nam myojo rengue kyo, reaccionamos
diferentemente ante los demás, basados en sabiduría
y misericordia, en lugar de en cólera o avaricia. Por
esto, la gente nos responde de otra manera.

Crear nuestro destino

De acuerdo a lo que ya vimos, el budismo de Nichiren
Daishonin considera que todas las personas tienen en
sí mismas el potencial de cambiar su propio karma,
o dicho de otra manera, usted puede crear su destino,
sobrepasando la influencia de su karma!

Dijo Nichiren: "El Buda descubrió una ley mística que
simultáneamente contiene la causa y el efecto, y la
designó myojo rengue. La ley de myojo rengue está
incluida en todo fenómeno del universo. Por lo tanto,
aquellos que practican esta ley, simultáneamente
adquieren la causa y el efecto de la Budeidad."
Principales Escritos de Nichiren Daishonin Vol. 7)
(La traducción se simplificó para facilitar la
comprensión.)

La Budeidad es el más alto de los 10 estados de vida
a que podemos aspirar. Lo podemos caracterizar como
un estado de máxima sabiduría y misericordia, pleno
de felicidad. Todos tenemos el potencial de la Budeidad
en nosotros mismos, así que un “buda” no es un ser
superior, sino una persona como usted o como yo, que
hizo la práctica correcta.

¿Y cuál es la práctica correcta -lo que en budismo
denominamos la práctica de la ley? La práctica está
compuesta de dos aspectos: la práctica para uno mismo
y la práctica para los demás.

Practicar para los demás es hacerles conocer la Ley
Mística a nuestros amigos, con el sincero deseo
-desde el corazón- de ayudarles a ser felices.

Practicamos para nosotros mismos, principalmente,
entonando NAM MYOJO RENGUE KYO, que significa:
me dedico con devoción (NAM) a la ley mística
(MYOJO) de causa y efecto (RENGUE) por medio de
la voz (KYO). El daimoku –así se llama esta
práctica- tiene el gran poder de atravesar nuestro
“depósito de karma”, de manera de llegar hasta
nuestra más profunda conciencia, la esencia de
nuestra vida o estado de Budeidad.

Para entender esto un poco más, es bueno mencionar
el concepto de las nueve conciencias...

El budismo define nueve conciencias, que ayudan
a explicar cómo se almacena el karma. Para no
extender demasiado esta explicación, vamos a dejar
de lado las primeras siete y concentrarnos en la
octava y novena. La octava conciencia es el depósito
del karma, es decir, donde se guardan los efectos
de todas las causas que generamos hasta este mismo
instante, en ésta y en anteriores vidas. Esta
conciencia influencia nuestras reacciones en todo
momento.

Todos tenemos experiencias o patrones de
comportamiento que no conseguimos modificar.
Por ejemplo en nuestro trabajo, muchos de
nosotros tenemos una persona en particular
que nos provoca reacciones, al menos,
de malhumor. A pesar de que nos decimos a
nosotros mismos que la próxima vez será
diferente, eso vuelve a repetirse, una y
otra vez. O está el caso de mujeres que
fueron maltratadas por sus esposos y que,
a pesar de buscar un nuevo marido, se
encuentran con que eso vuelve a suceder.

Para el budismo, esos patrones de comportamiento,
tanto los nuestros como los de las personas con
las cuales nos relacionamos, son efecto de nuestro
karma. Y del de ellos también!

La sicología intenta resolver esos patrones de
comportamiento a través del entendimiento y toma
de conciencia. Sin embargo, un enfoque solamente
racional no resuelve el tema en su nivel más
profundo, porque la razón por sí misma no puede
ir más allá del karma. Entonces, uno se queda
atrapado en ese círculo vicioso, respuestas y
situaciones que vienen del karma negativo generan
más karma negativo.

Para cambiar nuestro karma tenemos que ir más allá
de la influencia de esa octava conciencia, hasta la
novena conciencia, que es pura y libre del karma.
Nichiren Daishonin definió la novena conciencia
como myojo rengue, la ley universal de la vida.
Y la forma de llegar hasta esa conciencia es entonar
el NAM MYOJO RENGUE KYO.

Cuando entonamos Nam myojo rengue kyo, estamos
expresando nuestra budeidad. A medida que lo hacemos
más y más, tomamos conciencia de las tendencias
kármicas que nos restringen y limitan. A medida que
nuestra confianza crece, nos sentimos capaces de
desafiar esas tendencias y establecer una nueva
dirección en nuestras vidas, basados en nuestra
siempre emergente budeidad.

El karma no es una cuestión solamente individual.
También compartimos el karma con nuestras familias.
Asimismo, lo compartimos con nuestras comunidades
y la sociedad en general. Ha habido muchos intentos
de mejorar la sociedad por medio de revoluciones:
la revolución industrial, la revolución de clases,
y así. Sin embargo, a menos que tengamos un medio
de hacer una revolución en nuestras vidas, no
podemos esperar alcanzar una paz y una sociedad
constructiva permanentes. Sin que podamos superar
nuestra cólera, por ejemplo, cómo podemos esperar
detener la guerra?

Al superar nuestro propio karma, por lo tanto,
comenzamos una reacción en cadena para cambiar
el karma de nuestras familias, de nuestras
comunidades y del mundo.

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